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Sin duda, queridos amigos, que hay algo de exageración y travesura catastrófica en ese título pero ¡oh! como que no tanto. Asomémonos a la ventana del presente: pandemia mundial, invasión (y destrucción) rusa a Ucrania, caos en Europa, crisis mundial de energía, disrupción política en Washington a raíz del asalto al Capitolio, olas de migración ilegal, récords mundiales de calor, derretimiento de los polos, matanzas en escuelas que pudieron evitarse, resurgimiento del Covid, la viruela del mono, amagos de invasión china a Taiwán, amenazas de Kim Jong-un a Corea del Sur, el Niño y la Niña alborotados, y Putin con vía libre para transgredir lo que pueda.

Surgen, aunque sean inconscientes, ecos del Armagedón, del fin del mundo según terminología bíblica y apocalíptica, de distopias que ahora son crónicas. Jesús y Fernando evitan ser profetas del desastre… en todo caso, cronistas de una mala época de este planeta de por sí convulsionado, con la esperanza de que la ida del verano en el hemisferio boreal traiga un poco de paz y reacomodo.

Más que la cantidad de eventos, lo que intriga es el futuro: ¿Es esto algo coyuntural? ¿Son alteraciones cíclicas? ¿O es parte de una matriz que viene para quedarse? ¿Cuáles son las causas? ¿Qué consecuencias dejan? ¿Hay posibilidad de atenuar o revertir estos eventos, algunos, casi todos, todos? ¿Qué nos depara el futuro? ¿O ya nos alcanzó?

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