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 Los venezolanos son muy intensos y en política la cuestión puede llegar a niveles termonucleares. El colapso de un país, debido fundamentalmente a millones de venezolanos que votaror por un gobierno que mutó a régimen y luego a dictadura pura y dura, arruinando a una nación próspera. Esa furia empuló a unos 5 millones de venezolanos a abandonar del país y condenó al país con las terceras mayores reservas de petróleo del mundo, a la pobreza y la mendicidad.

A la furia de la oposición por ese derrumbe masivo, se suma la frustración de un liderazgo opositor que no ha podido moverle el piso al chavismo. Y el más reciente intento, el gobierno (e) de Juan Guiadó, tuvo un inicio promisorio pero un desarrollo no tan auspicioso, a pesar de haber contado con el apoyo decidido de Estados Unidos, la Unión Europea y una archipiélago de otros países e instituciones.

Eso operó dos cambios muy particulares en una mayoría de venezolanos: una polarización (enfermiza en algunos casos) hacia la ultraderecha (representada por Donald Trump y, por otro, odio sin cuartel contra los «enemigos de siempre», chavistas y aliados), pero también una agresividad creciente hacia los propios opositores que apoyan opciones distintas a la de Trump o eligen otras vías de lucha.

El resultado es una ambiente cargado de peleas, insultos y más división. ¿Es anti-venezolano votar por Biden? ¿Es desleal tener simpatías por la izquierda democrática? Si le preguntan a un venezolano polarizado les dirá que no solo es desleal sino que califica como traición a la patria, y está dispuesto a probarlo con sus insultos y, si hubiera oportunidad, posiblemente con violencia física.

 ¿Cómo llegamos ahí? ¿Qué hacer para despolarizar? ¿Se puede?

 

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Imagen: Composición de FNN con insumos de Pixabay.

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